24/8/11

Pasión, muerte y Justicia


(*)Se sugiere el Apunte de los especiales de Télam (link)


Hace treinta y nueve años, sucedió un hecho aberrante consumado desde el terrorismo de Estado. Fue en la madrugada del 22 de agosto de 1972, la denominada Masacre de Trelew, comprendida en la dimensión del odio que intentó dividir a los argentinos y los divide según quien cuente la historia y tuvo en la segunda mitad del siglo pasado, su máxima expresión en las bombas que se arrojaron sobre cientos de personas en la Plaza de Mayo en junio de 1955, luego los fusilamientos, la desaparición del cadáver de Eva Perón, la sanción del decreto 4161 y la proscripción del movimiento peronista.
El asesinato de 16 miembros de distintas organizaciones armadas peronistas y de izquierda, presos en el penal de Rawson, capturados tras un intento de fuga y ametrallados posteriormente por marinos dirigidos por el capitán de corbeta Luis Emilio Sosa, fue una continuación de ese odio que inauguró el bombardeo diecisiete años antes.
El mismo odio recalcitrante de clases, que tuvo su fervor, desde el 13 de diciembre de 1828 cuando Juan Lavalle (doc9) ordenó el fusilamiento del “padrecito de los pobres”, Manuel Dorrego, pasando por la denominada Semana Trágica de 1919 y las criminales represiones en la Patagonia dos años después, -todo en tiempos del primer gobierno del radical Hipólito Yrigoyen- los fusilamientos en julio de 1956 por orden del dictador Pedro Aramburu, responsable de la muerte del general Juan José Valle (doc9), de otros militares y de veinte y tres civiles, tampoco fue ajeno en la Base Aeronaval Almirante Zar, dependencia de la Armada Argentina próxima a la ciudad de Trelew, en provincia del Chubut.
Con la constitución de la CGT de los Argentinos, las enormes huelgas, el surgimiento del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, las revueltas populares del 29 de mayo y el 19 de septiembre de 1969 en Córdoba y Rosario y el secuestro y posterior asesinato de Pedro Aramburu en 1970, se aceleraría un cambio profundo hacia una nueva etapa en la escena política nacional. Todas estas fechas son parte de un almanaque de terror que luego incluirían la matanza del 20 de junio de 1973 en Ezeiza, el día del retorno definitivo de Perón a su patria.
El genoma antiperonista de esa Marina y el intento de un potencial acuerdo con Perón por parte del entonces dictador Alejando Lanusse, fue un condimento de fuego para que posteriormente a la fuga del penal de Rawson - el 15 de a agosto de 1972- de los jefes de distintas organizaciones guerrilleras, Roberto Santucho, Enrique Gorriarán Merlo y Domingo Mena (ERP), Fernando Vaca Narvaja (Montoneros) y Marcos Osatinsky y Roberto Quieto (ambos de FAR), quienes escaparon hacia el Chile gobernado por el socialista Salvador Allende, sean masacrados los otros diecinueve detenidos, quienes habían fallado en su intento de interceptar otro avión. Rodeados por efectivos de la Marina, que con la excusa de un inexistente intento de fuga, fueron ejecutados en sus pequeñas celdas instaladas en el subsuelo de la base: de los diecinueve, tres sobrevivieron milagrosamente pese a sus graves heridas y serían asesinados poco tiempo después.
El Gran Acuerdo Nacional (GAN) era la propuesta política que en las primeras semanas de julio de 1971, el dictador Alejandro Agustín Lanusse, impulsaba para acercase a las principales fuerzas políticas con la promesa de convocar a elecciones en las que participaría el peronismo.
El antiperonismo visceral de Lanusse –estuvo preso durante el primer gobierno peronista tras su participación en el golpe fallido que encabezara el general Benjamín Menéndez en septiembre de 1951- y las revueltas militares harían fracasar el intento del dictador, quien supo decir tras el triunfo del socialista Salvador Allende en las elecciones presidenciales de Chile: "Porque no quiero que en la Argentina suceda lo mismo, hago lo que estoy haciendo”
La violencia continuó en los velorios de los fusilados a manos del comisario Alberto Villar(doc9).
La masacre de Trelew tiene una importancia particular por ser el antecedente más notorio de la aplicación del terrorismo de Estado aplicado durante la dictadura de la denominada Revolución Argentina. Los fusilados de Trelew se convirtieron en símbolos de las luchas populares, incluso para los que no coincidían con las organizaciones armadas. Esas muertes preanunciarían el tipo de represión que sobrevendría con el golpe del 1976 (doc9). Mientras se sigue esperando Justicia por esas muertes, ayuda tenerlas presente en la memoria como parte de una historia escrita con la sangre del odio que intentó dividir a los argentinos y que luego, promovió a una generación surgida de ese encono que luchó y sigue luchando por un país mucho mejor.


20/8/11

Una lucha de dos siglos


Este Apunte, además, pertenece a los especiales de la agencia Télam (link)
(*) Sobre la foto apuntada

En la medida en que se vaya consolidando un pensamiento nacional en la política y en los jóvenes y que se tenga un conocimiento de cuál fue la verdadera historia, el proyecto trunco de crear una gran nación americana de José de San Martín y Simón Bolívar, será realidad. "Yo soy, por sobre todo, del partido americano", se definió a sí mismo el argentino como bien lo sentía también el venezolano.
La historia de estos dos siglos es la historia de esa intencionalidad. El 25 de Mayo del año pasado, durante los festejos populares del Bicentenario de la Revolución de Mayo de 1810, mediante las políticas orientadas desde el revisionismo, alentadas desde el gobierno nacional para saber quién es quién en este camino, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner inauguraba en la Casa Rosada, la Galería de los Patriotas Latinoamericanos del Bicentenario, donde se exhiben los retratos de treinta y ocho héroes y personalidades del continente americano. Adhirieron incluso con su presencia los presidentes Lula Da Silva, Hugo Chávez, Sebastián Piñera, Evo Morales, Fernando Lugo, José Mujica y Rafael Correa.
Los óleos elegidos exhiben como representación de muchos patriotas argentinos a José de San Martín, Manuel Belgrano, Juan Manuel de Rosas, Juan Domingo Perón, Eva Duarte de Perón e Hipólito Yrigoyen. El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, envió los óleos de Francisco de Miranda, Simón Bolívar, Antonio José Sucre y Alcalá, y Manuela Sáenz.(link/video)
¿Quiénes eran y que dejaron esos hombres y mujeres que resumen ideales que se construyen a sí mismos y a pueblos que con muchos como ellos construyen países con un ideal político; que logran trascender sus obras y dejar un legado, en especial en esa juventud que se acerca a la política? Con connotaciones parecidas a 1800, cuando revoluciones de por medio en Europa ardían las monarquías absolutistas, en la actualidad, el viejo continente ve caer en pedazos sus economías y teme por su futuro. En sus ex colonias, la Unión de Naciones Suramericanas -UNASUR- resolvió garantizar la independencia económica regional y enfrentar en forma conjunta la crisis financiera internacional.
Uno de los grandes pasos en la consolidación de la Patria grande, fue la carta que el 29 de agosto de 1821 José de San Martín le envió a Simón Bolívar en la que el Libertador de Argentina, Chile y Perú le decía al que sería el Libertador del norte, la importancia de continuar con las guerras por la Independencia. La carta fue el preámbulo del encuentro entre ambos en 1822, en Guayaquil.
Así como la UNASUR nació a instancias de los presidentes argentinos Néstor Kirchner (doc9) y su par venezolano, Hugo Chávez, y del apoyo de los demás líderes de la región, terminadas las guerras por la Independencia americana, e impulsado por San Martín, junto a Bolívar, Artigas y Sucre, se conformó el Congreso de Panamá de 1826, con la ambición en crear la Gran Federación americana. Ese Congreso promovía la idea de que las Provincias Unidas del Río de la Plata, los Estados de Perú y la gran Colombia, influyesen para que Brasil también se cobije bajo un sistema representativo y republicano americano.
La corriente histórica liberal, sostenida en toda su obra por Bartolomé Mitre, dice que San Martín quería liberar pueblos pero no unirlos y que las banderas de la unión provenían de parte de Bolívar, propuesta que consideraba desorbitada. Por eso, en la historiografía oficial, San Martín queda limitado al estratega militar, excluido de su papel de ideólogo político.
San Martín militar es el que tras veinte años de servicio en ejércitos españoles, combatiendo en treinta y un batallas contra ingleses, moros y franceses, tras el triunfo ante las tropas francesas en la Batalla de Bailen, emprendió en 1812 un viaje secreto hacia las Provincias Unidas, la tierra en la que había nacido. Atrás quedaba España sacudida por una conmoción interna.
San Martín también formaba parte de la organización secreta, Los Caballeros Racionales, fundada por el venezolano Francisco de Miranda, cuyo objetivo era reunir, coordinar y orientar los pasos hacia la independencia americana y expandir los movimientos revolucionarios que iban surgiendo en las colonias.
Venía con un plan preciso: acrecentar política y militarmente la Revolución de Mayo iniciada el 25 de Mayo de 1810 en toda America, no reconocida por España como no lo hizo con el gobierno de la Primera Junta. Así, Montevideo fue nombrada la nueva capital del Virreinato del Río de la Plata.
El 3 de febrero de 1813, la Batalla de San Lorenzo marcó un antes y después en las guerras por la Independencia americana porque fue derrotada la flota de Montevideo. El triunfo fue la presentación de San Martín, que había preparado con los últimos adelantos de la guerra europea al Regimiento de Granaderos a Caballo, correspondiendo al pedido del Primer Triunvirato.
No era sólo un estratega militar ya que convencido de la necesidad de contar con el pleno apoyo de Buenos Aires, nunca generoso, había encabezado un alzamiento, en octubre de 1812, para la creación de un Segundo Triunvirato. Había que sostener política y económicamente al nuevo ejército que entraría en acción. San Lorenzo fue el primer combate por la guerra de la Independencia y el primero librado por San Martín en territorio americano.
Pero ese jefe guerrero era una espada con cabeza que tuvo siempre la misma visión, la de ganar la independencia en el campo de batalla y en los escritorios. Así, en 1824, procuró el reconocimiento de Inglaterra para los nuevos Estados sudamericanos.
El mismo San Martín que había presionado al Congreso de Tucumán, a través de los delegados de Cuyo, para que se declarase la Independencia cuanto antes, ya que para marzo de 1816, a Fernando VII sólo le faltaba reconquistar el ex Virreinato rioplatense.
Un San Martín soldado y político, obligado a convertirse gobernador de Cuyo, cargo desde el cual modificó el sistema impositivo, promovió la agricultura y la metalúrgica con la ayuda del Fray Luis Beltrán, indispensable para la fabricación de armas que requerían los ejércitos de la Patria, y en especial el Ejército de Los Andes para liberar Chile e iniciar el camino de independencia del Perú.
Si Manuel Belgrano (doc9), abogado, periodista y economista, fue un civil educado, sensible y valiente que carente del saber del arte militar no dudó en ponerse al frente del Ejército del Perú para defender la Independencia y los ideales de la Revolución de Mayo, San Martín fue el militar devenido en político que comprendió que no sólo se trataba de vencer a los españoles sino crear la Patria Grande. El mismo hombre, que desde el exilio obligado para no involucrarse en una lucha entre hermanos, no dudó en ponerse disposición de Juan Manuel de Rosas, después de la Vuelta de Obligado.
Una lucha sanmartiniana permanente para los pueblos americanos: ser libres e independientes contra los poderes predominantes de afuera y de adentro. Una lucha que lleva dos siglos

(*) La foto fue tomada por mi amigo Tito hace unos años, en la la provincia de Mendoza. Tito es un gran músico, de una enorme sensibilidad y ocurrencia para el humor; leal hincha de River Plate, nos une también un cariño por el club Atlético Temperley (Doc9)

15/8/11

Cachi "cien"



Este Apunte está relacionado con la alegría personal tras el contundente triunfo en las elecciones internar del domingo 14 de agosto pasado, de la presidente Cristina Fernández de Kirchner, porque resumo esta gestión de poco más de ocho años en dos cosas: la sanción de la ley de Medios para terminar con la corporación del grupo Clarín y el apoyo al revisionismo histórico, por primera vez, desde un Gobierno. A 99 años de la sanción de la ley Sáenz Peña, la norma sigue siendo el sostén de las elecciones democráticas, bajo la tutela del Estado, tarea fundamental para el fortalecimiento de la democracia en la dinámica realidad del Bicentenario de la República Argentina que habrá de coronar 9 de julio de 2016.

Otros tiempos y estilo de hacer política sobrevinieron en la Argentina. El domingo 22 de octubre de 1933, la recién asfaltada Av. Mitre de la ciudad de Avellaneda, cobijó a una multitud que despedida el féretro de Juan Ruggiero, conocido como “Ruggierito”. Encabezaba el cortejo el entonces intendente local, Alberto Barceló, quien había sido diputado y senador nacional conservador. Era un jefe comunal de látigo en mano, implacable, violento y propulsor del fraude electoral. Fue intendente entre 1909 y 1917 y volvió a serlo en 1924, 1927 y 1932.
Fue en esos últimos años, que “Ruggierito”, -el pistolero que manejaba el juego clandestino, la prostitución y la violencia en la calles de esa ciudad bonaerense-, también era el encargado de orquestar las trampas electorales.
Eran los tiempos de la llamada “década infame”. Tiempos en que al momento de votar, con la urna rebalsada de votos sin votantes, la autoridad del escrutinio sellaba el documento al grito de “vos ya votaste”.
El pacto que el dirigente radical Hipólito Yrigoyen, cabeza de varias revoluciones armadas para la democratización del sistema y el entonces presidente de la Nación, Roque Sáenz Peña (Doc9), propulsor de “la revolución por las urnas”, rubricado en octubre de 1910, fue el primer paso para la sanción dos años después de la ley del voto secreto, obligatorio y universal conocida como Ley Sáenz Peña (Nº 8.871). Sólo votaban los hombres porque las mujeres debieron esperar hasta 1951 luego de la sanción de la ley pertinente de 1947 impulsada por Eva Perón (Doc9).
El sistema funcionó desde 1916 con la consagración de Yrigoyen como presidente hasta 1928 cuando obtuvo un nuevo mandato porque dos años después fue quebrado -el 6 de septiembre de 1930-, por un golpe militar, encabezado por el general José Félix Uriburu, quien implantó el estado de sitio, la ley marcial, disolvió el Congreso Nacional, intervino las provincias, y mandó preso a Yrigoyen a la isla Martín García.
Se reiniciaban así las antiguas prácticas del fraude electoral en tiempos de la llamada Organización Nacional, cuando el gobierno estaba en manos de una elite, aprovechando que la Constitución Nacional de 1853 tenía un vacío explícito en lo referente al sistema de elecciones.
En los años treinta, en tiempos de contubernios políticos, regímenes reaccionarios y negociados escandalosos, la democracia que compartieron Yrigoyen y Sáenz Peña había devenido en votos cantados, votos marcados, expulsión de fiscales, urnas llenas, robo de libretas, desaparición de urnas, entrega de listas antes del escrutinio y empleo de documentos de identidad de personas fallecidas.
El 4 de junio de 1943 un alzamiento militar puso fin a esa década infame.
La revuelta castrense en plena guerra mundial incluyó grandes cambios en su propio seno a partir de la labor de un grupo de militares entre los que se destacó el coronel Juan Domingo Perón quien terminaría imponiéndose a sus pares reaccionarios, a quien al igual que a Yrigoyen lo habían enviado preso a Martín García.
Rescatado por los obreros organizados en sus respectivos sindicatos por obra del propio Perón, en el histórico 17 de octubre de 1945, el 24 de febrero del año siguiente sería elegido presidente al vencer a una coalición de partidos, que contaban con apoyo de la Sociedad Rural, el embajador norteamericano Spruille Braden y hasta de los comunistas del antiperonista Victorio Codovilla.
No hubo fraude electoral en todos esos años de gobierno peronista pero la consolidación democrática sufrió un fuerte mazazo con el golpe de 1955 que tuvo licencia para matar y por ende también para anular por decreto la Constitución Nacional de 1949.
Carente de poder político procuró hallarlo con el llamado a una constituyente en 1957 sin la participación del partido de los peronistas pero los votos en blanco fueron más.
Con el peronismo siempre proscripto y Juan Domingo Perón exiliado, un pacto entre éste y Rogelio Frigerio, suscripto en Caracas, se formalizó el apoyo peronista a la candidatura de Arturo Frondizi, de la Unión Cívica Intransigente, una de las ramas en las que se había dividido el partido- quien llegó al gobierno al vencer a Ricardo Balbín, candidato de la Unión Cívica Radical del Pueblo.
Frondizi sería derrocado en marzo de 1962. También Frondizi fue a parar a Martín García.
El radical Arturo Illia resultaría elegido con menos del 25 por ciento de los votos, venciendo así al candidato de la llamada Unión del Pueblo Argentino, el ex dictador Pedro Eugenio Aramburu.
Illia gobernó en medio de grandes presiones externas e internas hasta que el 28 de junio de 1966, el titular del Ejército, Juan Carlos Onganía, lo echó de la Casa Rosada con la Policía Federal.
El sueño de un gobierno de veinte años estalló con el Cordobazo, en mayo de 1969, lo cual arrojó del poder a Onganía como sucedería con el general Roberto Levingston, en 1971.
La llegada del general Alejandro Agustín Lanusse –los militares se elegían entre sí- se caracterizó por un duro enfrentamiento con Perón. Sin embargo, Lanusse tuvo que ponerle la banda presidencial a Héctor J. Cámpora en 1973.
Perón volvió el 17 de noviembre de 1972 para acordar con afines y adversarios el proceso que se avecinaría y que terminaría frustrando su muerte, el 1 de julio de 1974, cuando ejercía su tercera presidencia.
La dictadura militar 1976/1983 fue responsable de lo que es hoy tan público como conocido, con sus 30 mil desaparecidos y la colosal deuda externa dejada.
Camino a los treinta años de democracia, en materia de trasparencia en las urnas la mira estuvo puesta más en los métodos de financiación de las campañas políticas que en el propio sistema electoral. Manejo de dinero clandestino y apoyos económicos de empresarios interesados en futuras prebendas del poder son los rasgos más temidos.
La ley 26.571, de INTERNAS ABIERTAS del año 2010 posee una gran modificación en el régimen electoral, que consiste en prohibir que los partidos políticos contraten en forma privada publicidad electoral para ser difundida en los medios de comunicación. Es decir, que los espacios propagandísticos sean asignados por el Estado, mediante la Dirección Nacional Electoral para evitar un recurso que únicamente beneficiaba a aquellos candidatos con alto poder adquisitivo. El 14 de agosto participaron las fuerzas políticas más allá del dinero que dispongan.
La incorporación informática al sistema electoral viene ganando terreno en la Argentina. Difusión digital de los padrones y logística del comicio, carga virtual de los datos para el conteo de sufragios y la comunicación de los resultados, son algunos de puntos más destacados con relación a la implementación del voto electrónico.
Sin embargo, este sistema todavía no superó los miedos que engendra frente al método tradicional. Sólo alcanza recordar el fraude electoral que salpicó al ex presidente estadounidense, George W Bush tanto las elecciones presidenciales de 2000 y 2004.


3/8/11

Esa mujer


Este Apunte pertenece, además, al suplemento especial Télam (link.

Con las mujeres y los sindicatos

Si el legado de Manuel Belgrano (Doc9) hace al hombre que se construye a sí mismo y a un pueblo que con muchos como él construyen un país, Eva Perón resume la indignación que causan las injusticias y que ponen un sello indeleble en la política.
Fue esa indignación la que profundizó las duras tareas en la Fundación Eva Perón, desde la creación de escuelas, hospitales, hogares y la reivindicación de los derechos para las mujeres.
En sus múltiples funciones, Eva también era la mediadora entre el poderoso sindicalismo –eje del peronismo fundacional- y el primer gobierno de Juan Domingo Perón (Doc9).Con los sindicatos y con las mujeres, Eva Perón tuvo insoslayable gravitación. Eva habla a las mujeres de hoy –en especial a las que ejercen funciones políticas- desde la generación de sus padres.
Fue ella la abanderada de la sanción de la ley del voto femenino en 1947, que cuatro años después, terminada la compleja tarea de empadronamiento, permitió la primera participación política de la mujer.
Fue Eva la que también impulsó la realización del censo y el padrón que hasta entonces las excluían. Y fue la primera en alegrarse con la confección de la libreta cívica para la participación en las elecciones de noviembre de 1951, en las que ella votó desde su lecho de enferma. Con esa norma, cerró la lucha que habían iniciado otras mujeres como Alicia Moreau de Justo, Julieta Lentieri, Susana Larguía y Victoria Ocampo, diversidad de ideas y mundos interiores pero unidas en el mismo cometido.
Desde la Secretaria de Trabajo y Previsión, Perón supo brindar al sindicalismo débil y fragmentado que encontró entre 1943 y el año siguiente una fuerte estructura, que explica lo que luego acontecería el 17 de octubre de 1945. Los caminos fueron la organización sindical horizontal, es decir la constitución de sindicatos por oficio, profesión o categoría y los gremios de origen vertical, que son por actividad o industria.
El papel de Evita fue fundamental para una CGT fuerte que cobijase a todo el movimiento gremial. Ella, fue el puente entre el gobierno y la central sindical, combinando sus tareas en la Fundación, las reuniones con el Partido Femenino Peronista y los encuentros con los dirigentes sindicales, “los muchachos”, quienes realmente lo eran en su gran mayoría. Una armonía de estructura piramidal, con Perón como artífice y Eva como custodia en ese vértice que expresaba la CGT, en el medio, estaban las federaciones y uniones y más abajo los sindicatos, los delegados del personal y las comisiones internas en los lugares de trabajo.
La descripción permite comprender mejor el papel de la CGT, ayer y hoy. Los sindicatos fueron siempre el sostén del peronismo en el gobierno nacional.
Con Perón en el Gobierno, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión en sintonía con la Fundación, muchas mujeres comenzaron a trabajar en los pedidos de miles personas que al comienzo llevaban la firma de Isabel Ernst, la secretaría de Eva.
Se clasificaban por enfermedades, por trabajo, por empleo, por angustias. Información preparada para los viajes que hacían Perón y Eva por el interior del país. Así llegaban las soluciones. Una de esas mujeres fue Nélida de Miguel (Doc9x3), una de las primeras diputadas nacionales de la historia argentina, que hoy, desde sus 91 años sigue igual, guiada por los fuertes recuerdos de su relación con Evita. Una dura tarea que creció aún más cuando se aprobó la reforma constitucional de 1949, que tras el trágico golpe militar de 1955 sería anulada por decreto.
Intervenida la Sociedad de Beneficencia, Eva Perón supo vincular la acción social con la redistribución del ingreso a través del salario indirecto, prestaciones gratuitas brindadas en salud, educación y la atención materno-infantil.
A fines de 1951 y enferma, no dudó al recorrer personalmente las terminales ferroviarias para decirles a los trabajadores que debían levantar la huelga. “Ustedes le están haciendo el juego a los contreras. Vuelvan al trabajo”, reclamaba.
Con su muerte, el 26 de julio de 1952, todas las conducciones de los principales sindicatos que en defensa del gobierno habían aguantado las presiones de sus propias bases debido a la crisis económica de comienzos de los años 50 perdieron la elección interna en manos de otros peronistas. Así, por ejemplo, entraría en la historia -y en la historia del peronismo en particular- Andrés Framini, vencedor de la fórmula Hermida-Vidal en la Asociación Obrera Textil (Doc9).
Fueron la CGT y el Partido Femenino Peronista los pilares del Cabildo Abierto del 22 de agosto de 1951, el día de la proclamación de la fórmula “de la Patria”, Juan Perón-Eva Perón, frente al ex Ministerio de Obras Públicas, en la porteña avenida 9 de Julio, ofrecimiento que luego rechazaría con un gesto resumido en la frase “renuncio a los honores pero no a la lucha”.
El largo velatorio ante el enorme pesar popular y su impresionante expresión se inició en el Ministerio de Trabajo el 9 de agosto de 1952. Luego, el féretro fue trasladado al Congreso de la Nación y de allí llevado hasta la CGT, donde estaba destinado a reposar para siempre. El cortejo con una guardia de honor incluía diez mujeres del Partido Peronista Femenino y a los secretarios generales de los sindicatos más importantes del país.
Los bombardeos del 55, el golpe, la Libertadora, la cárcel para los peronistas, los fusilamientos, los 18 años de proscripción no pudieron con ella ni con su ejemplo. Un legado para todos los hombres y mujeres que se acercan a la política desde la indignación que generan injusticias. Una causa que se llama Evita.